lunes, 21 de noviembre de 2011

La ayuda soviética durante la Guerra Civil Española (tercera parte)

La ayuda soviética a la República española (tercera parte)

       La URSS: un Estado en la clandestinidad.
      Con el Comité de No Intervención lo legal eran los ataques de los submarinos fascistas italianos; lo ilegal era el cargamento soviético de ayuda.
      En diciembre de 1936 los fascistas italianos lograron transformar la no intervención (la de los demás, no la suya) en un bloqueo naval. Sus asaltos a los navíos mercantes soviéticos se convirtieron en verdadera piratería marítima. Tuniaiev, Marakov,... el nombre de los buques soviéticos hundidos por submarinos italianos en alta mar no se conoce bien; mucho menos conocemos a los heroicos marinos que dejaron sus vidas con ellos.
      Abad de Santillán se queja de que el armamento soviético hubo que pagarlo a precios de usura enormes, y llegase o no llegase el material a nuestros puertos.
      Pero, ¿cuántos barcos soviéticos fueron hundidos? ¿Cuántos marinos soviéticos están todavía en el fondo del Mar Mediterráneo? ¿Cuál es el precio unitario de estas vidas? ¿Cómo se calcula? ¿Pagó la República por ellos? ¿Indemnizó a sus familias con el oro de Moscú?
      Pero como a la burguesía las personas no le preocupan nada, y menos las soviéticas, tienen que llevar la atención hacia las cosas. El estilo sucio y canallesco de contar la historia tiene estas pequeñas artimañas sin ninguna importancia porque finalmente a ellos no les interesa más que el precio que se paga y el oro que se vende. Quizá si Abad de Santillán se hubiera puesto al timón de uno de aquellos barcos soviéticos nos hubiera dejado otra visión del asunto...
      No podemos asegurar que en los albaranes y facturas estuvieran incluidas las personas, sus sueldos y pluses de peligrosidad. Lo único que podemos asegurar es que el despliegue armamentístico llevó aparejado otro no menos importante de instructores, pilotos aéreos, tripulantes de acorazados, artilleros, telegrafistas, traductores, médicos, ingenieros, encargados de mantenimiento o marineros.
      En España hubo entre 500 y 1.000 oficiales soviéticos, que normalmente no lucharon
en el frente sino que fueron especialistas, tanquistas o aviadores. Otros eran altos oficiales soviéticos que trabajaron en los Estados Mayores republicanos.
      Operación ‘igrek’.
      En 1936 la URSS salía de un bloqueo internacional. Sólo hacía dos años que había ingresado en la Sociedad de Naciones. No era una potencia marítima ni disponía de una flota de barcos. Carecía de medios de transporte suficientes de tipo marítimo. Era tal la escasez de buques, que resultaba imposible una ayuda mínimamente eficaz para transportar todas las armas que pedía la República.
      A causa de la guerra de España, el comercio exterior soviético se multiplicó por veinte.
Muchos barcos tuvieron que ser alquilados a compañías internacionales al precio que se puede imaginar.
      Dado que era ilegal, la URSS tuvo que crear en el extranjero a marchas forzadas sociedades comerciales fantasmas para encubrir los envíos. Cada barco soviético que atravesaba el Mediterráneo en socorro de los antifascistas españoles era un verdadero tesoro.
      Haciendo el transporte con sus propios barcos, los soviéticos arriesgaron de una manera temeraria las posibilidades de su transporte marítimo para el futuro.
      ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo lograrlo de la noche a la mañana? ¿Cómo lograrlo clandestinamente? ¿Cómo puede cruzar clandestinamente un buque el cuello de botella del Bósforo? ¿Cómo atravesar todo el Mediterráneo? Y si un barco es difícil ¿cómo lo lograron treinta o cuarenta barcos cada mes?
      Eso sólo fue posible gracias a la perfecta organización (burocracia lo llaman los intelectualillos) de la URSS, al entusiasmo de los obreros soviéticos y al coraje y el esfuerzo de
los bolcheviques.
      Muchos colaboradores y agentes soviéticos en el extranjero quedaron al descubierto a causa de la ayuda a la República. La clandestinidad de la ayuda obligó a que fuera la temible NKVD (Comisariado del Pueblo del Interior), los chekistas, quienes se encargaran de todo, junto con el GRU (Servicio de Inteligencia Militar).
      A la ayuda a la República se la llamó en clave Operación X. Cada envío de armamento llevaba también el nombre cifrado de igrek. En el máximo secreto, Voroshilov en persona ordenaba el traslado del material de guerra a los hangares del Comisariado de Defensa -sin indicar nada por escrito para guardar la máxima reserva- a los mismos vagones de tren inspeccionados por milicianos y agentes secretos que custodiaban el cargamento hasta su descarga en el puerto.
      Los aviones o los tanques se intentaban camuflar en el ferrocarril haciéndolos pasar por material pesado para la industria. A su llegada al recinto portuario, milicianos de la inteligencia militar supervisaban la carga en los barcos.
      Se calcula que se organizaron entre 48 y 66 igreks.
      El NKVD se puso a prueba a sí mismo en cada igrek. Cualquier maniobra que sirviese para   distraer la atención del enemigo era adoptada de inmediato.
      Los cascos de los buques se pintaban de otro color y se grababan en ellos nombres falsos.
      Cuando abandonaban las aguas soviéticas, las naves izaban pabellón extranjero, e incluso se modificaba el perfil de algunas de ellas levantando falsos laterales que servían al mismo tiempo para ocultar el voluminoso armamento sobre cubierta.
      La tripulación también era importante para garantizar el éxito de la misión. Se decidió disfrazarla para que pareciese de cualquier otra nacionalidad. India, por ejemplo. En uno de los viajes se vistió a los tripulantes con el uniforme al estilo tropical, tocados con el típico gorro de marinero hindú.
      En otros casos se hizo pasar a los buques soviéticos repletos de armamento por inocentes cruceros de aristócratas británicos en los que podía observarse a los marineros vestidos de etiqueta paseándose tranquilamente por cubierta.
      Hasta septiembre de 1937, los servicios de inteligencia soviéticos se inclinaron por la ruta mediterránea para llegar a España. Los barcos zarpaban de uno de los cuatro puertos del Mar Negro, ya fuese de Sebastopol, Jerson, Odesa o Feodosia. Sin embargo, llegó un momento en el que la NKVD detectó que toda la ruta estaba bajo el control de los radares italianos y hubo que abrir otra vía alternativa por el norte.
      Las naves partían entonces de Leningrado, Cronstadt o Murmansk, atravesaban el Báltico y el Mar del Norte, y atracaban finalmente en los puertos franceses de Le Havre, Cherburgo o Burdeos. De ahí se transportaba todo el material por ferrocarril hasta la frontera española.
      Había que llegar hasta España y luego había que hacer el viaje de vuelta. El buque Komsomol fue hundido en el tercer viaje por el acorazado Canarias. Murieron heroicamente el almirante de la Flota Roja M.Mesenjev y toda su tripulación. Al fondo del mar se fueron 50 tanques T-26 y otros tantos vehículos blindados.
      Cuando a partir de la primavera de 1937 los navíos se fueron yendo al fondo del mar cada vez con más frecuencia, el NKVD pidió voluntarios para las travesías.
      Aquellos denostados milicianos soviéticos, la primera fila de choque de la revolución, calumniados y vilipendiados por la historia, son los que permitieron, a costa de su propia sangre, que la República resistiera tres años a las hordas fascistas.
      La Francia democrática lo tuvo mucho más fácil y mucho más cerca. No necesitaban barcos. Pudieron ayudar y, sin embargo, dejaron que los fascistas masacraran impunemente a los antifascistas españoles durante tres años.

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